IdT – Les idées du théâtre


 

Préface

Jocoseria, burlas veras de Luis Quiñones de Benavente

Vargas, Manuel Antonio de

Éditeur scientifique : Madroñal, Abraham

Description

Auteur du paratexteVargas, Manuel Antonio de

Auteur de la pièceQuiñones de Benavente, Luis

Titre de la pièceJocoseria, burlas veras de Luis Quiñones de Benavente

Titre du paratextePrólogo

Genre du textePréface

Genre de la pièceEntremeses

Date1645

LangueEspagnol

ÉditionMadrid, Francisco García, 1645, in-4°

Éditeur scientifique Madroñal, Abraham

Nombre de pages5

Adresse sourcehttp://www.cervantesvirtual.com/obra/joco-seria-burlas-veras-o-reprehension-moral-y-festiva-de-los-desordenes-publicos-en-doze-entremeses-representados-y-veinte-y-quatro-cantados-van-insertas-seis-loas-y-seis-jacaras--0/

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Fichier HTMLhttp://www.idt.paris-sorbonne.fr/html/Quinones-Jocoseria-Prologue.html

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Mise à jour2014-10-04

Mots-clés

Mots-clés français

SourcesHorace (Art poétique)

FinalitéUtilité morale ; effet comique

ActualitéAbandon récent de la scène de la part de Benavente

Mots-clés italiens

FontiHorazio (Ars poetica)

FinalitàUtilità morale ; effetto comico

AttualitàAbbandono recente della scena da parte di Benavente

Mots-clés espagnols

FuentesHoracio (Arte poética)

FinalidadUtilidad moral ; efecto cómico

ActualidadAbandono reciente de la escena por Luis Quiñones de Benavente

Présentation

Présentation en français

L’auteur de ce prologue, le docteur don Manuel Antonio de Vargas, était un ecclésiastique, très certainement ami et admirateur de Luis Quiñones de Benavente, avec qui il avait participé à plus d’une réunion de beaux esprits, comme par exemple dans le cadre de l’Académie qui se réunissait chez le Trésorier Agustín de Galarza en 1640, ainsi qu’il apparaît dans la satire poétique proposée à cette académie par le poète don Francisco de la Torre y Sevil. Vargas était par ailleurs un auteur dramatique dont on connaît aujourd’hui au moins deux pièces, l’une intitulée A un tiempo rey y vasallo (Roi et vassal en même temps), dont il existe un manuscrit autographe portant une licence de 1642 (BNE Res. 113), et l’autre Las niñeces, primer triunfo de David (Les enfances, ou le premier triomphe de David), imprimée en 16721. Ce texte de Manuel Antonio de Vargas, en plus de contenir des lieux communs propres au prologue (justification de la publication, etc.), propose une défense vigoureuse de la qualité littéraire des entremeses de Benavente, cible de différentes calomnies ; surtout, il souligne leur utilité morale, en les rapprochant de la tradition de la satire.

(Traduction : Christophe Couderc)

Présentation en espagnol

El autor de este prólogo, el doctor don Manuel Antonio de Vargas, era eclesiástico y a buen seguro amigo y admirador de Luis Quiñones de Benavente, con el que había participado en más de una reunión de ingenios, como por ejemplo la academia celebrada en casa del contador Agustín de Galarza en 1640, pues así aparece relacionado en el vejamen que dio en dicha academia el poeta don Francisco de la Torre y Sevil. Vargas era, además, autor dramático y hoy se conocen de él al menos dos comedias, la titulada A un tiempo rey y vasallo (manuscrito autógrafo con licencia de 1642, en la BNE Res. 113) y Las niñeces, primer triunfo de David, impresa en 16722. Además de contener lugares comunes propios del prólogo (justificación de la publicación, etc.), este texto de Manuel Antonio de Vargas insiste en defender la calidad literaria de los entremeses de su amigo, objeto de calumnias por otra parte y, sobre todo, recalca su utilidad moral, acercándolos a la tradición de la sátira.

Texte

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Prólogo al Lector

Lector amigo: en este pequeño volumen te presento seis loas, doce entremeses y veinte y cuatro bailes del licenciado Luis de Benavente, que he podido recoger de la fecunda multitud de sus escritos. Preguntarasme qué causa me ha movido a esta diligencia estando vivo su autor, a quien pertenecía más legítimamente; y respondo que no ha sido una, sino muchas. La primera, que es tal el encogimiento y tan rara su modestia3, que persuadido muchas veces de los amigos, y importunado de los hombres curiosos y bien entendidos a que no dejase sin estampar obras que tanto han aplaudido los presentes y tanto han de echar menos los venideros, responde con su acostumbrada discreción, que para imprimir sus obras, o ellas habían de ser más o él había de ser menos. Y porque el achaque desta excusa no deje a los que las desean sin el gusto de poderlas leer, ni a él sin la gloria de haberlas escrito, me he determinado a juntarlas y ponerlas en los ojos de todos, para que deste cuidado nazcan tres deudas, que sin duda todas serán bien pagadas: la primera, que los que las leyeron me deban a mí el gusto de gozarlas; la segunda, que le deba yo al autor la confianza de permitirme disponer y tratar como míos los hijos de su ingenio, que no es la fineza menor; la tercera, que me deba su dueño el poner en la memoria de todos lo que su modestia tenía sentenciado al olvido.

Es la segunda causa que me ha despertado a esta diligencia el reconocer en los mismos efectos cuán falto ha llegado a estar deste modo de agudezas el mundo, que después que este ingenio, o atento a sus enfermedades o distraído de sus cuidados4, ha retirado del teatro la pluma, no hay ninguno que, o por la dificultad de competirle o por la imposibilidad de imitarle, se atreva a poner la mano en donaires desta calidad ni sainetes5 deste gusto, conque la mejor comedia tiene hoy el peligro de los desaires que padece entre jornada y jornada, cuando la menos ajustada se alentaba en otro tiempo, satisfecha de que el licenciado Benavente, con lo festivo de su ingenio, le hacía gustoso lo lúgubre del discurso; con lo agudo en las sentencias, le paliaba lo desaliñado de las razones; con lo artificioso del contexto, le suplía el descamino de lo mal trazado: de modo que el autor que tenía una mala comedia, con ponerle dos entremeses deste ingenio, le daba muletas para que no cayese, y el que tenía una buena, le ponía alas para que se remontase; conque todas las comedias le debían, la buena el ser mejor, la mala el no parecerlo. Por esto he deseado y llegado a conseguir que sus obras anden en las manos de todos, pues entre tantos es fuerza que haya muchos floridos ingenios, y el que por ventura no se atreviera a inventar por sí discursos de arte tan hermoso, se alentará a seguir sus huellas, y por dicha hallará en la imitación lo que fuera imposible en el discurso; y ya que pierdan los teatros un tan amable ingenio, podrán lograr otros que engendrarán sus escritos.

La tercera y principal causa que en este cuidado me ha puesto, es preciarme de muy amigo del licenciado Luis de Benavente, y quererle purgar de una calumnia que algunos, imprudentemente celosos, le han hecho, de menos modesto en sus escritos y más esparcido en sus papeles, llevados por ventura más de su melancolía que de su razón, sin advertir que no todo el gusto es descompostura, ni licencia el donaire6. Los antiguos no tuvieron ni más filosofía, ni noticia mayor de las virtudes morales, que la que los poetas les enseñaron, y por eso dijo el otro latino: Aut prodesse volunt, aut delectare Poetae. Y nunca el que escribe aprovecha más que cuando deleita; de donde también dijo: Omne tulit punctum7, etc. De aquí nació que la épica se inventó para enseñar a los hombres la filosofía moral, pintando en un héroe las prendas que debe tener un hombre, perficionando la naturaleza con las virtudes y el valor; la lírica para el culto de Dios y alabanza de los hombres famosos; la cómica para reprehensión de los desórdenes públicos, los cuales, representados, se hacían más aborrecibles. De aquí nació que a los poetas los mirasen como a descendencia de los dioses, porque así los superiores como los ínfimos se ocupaban en sembrar virtudes y en desarraigar abusos de los ciudadanos. De aquí es también que un varón nunca comparable a otro, como fue san Agustín, se ocupó en escribir tan a la larga de la música y de la poética, sus principios, sus progresos y sus fines; cosa que a no tener muchos virtuosos útiles, no la hubiera tomado entre manos tan santísimo doctor. Y no solamente él escribió destos artes tan despacio, sino que la primera enseñanza que daba a sus discípulos era encargarles una fábula, como la Tisbe, como el Leandro, etc., para que ejercitasen en ella lo agudo en el inventar, lo garboso en el discurrir, lo sentencioso en el ponderar y lo aliñado en el decir, y con esto se hiciesen hábiles para pasar con desahogo y magisterio a estudios mayores; y hoy, al que juzga el cuerdo maestro hábil para letras de grave peso, primero le industria muestras, a quien damos nombre de buenas, para rebozarlas él de humanas. Esto supuesto, pase los ojos por este volumen el que, si no con mala intención, a lo menos con engaño, ha calumniado los papeles del licenciado Benavente, y verá cómo no pasó jamás a lo inmodesto, no digo la voz, pero ni aun la intención8. Verá también que la reprehensión para en los vicios, sin llegar nunca a las personas; y lo que aquí no puede estamparse es lo más, que los tonos, teniendo en sí dulzura y alegría notable, jamás llegan a descompostura ni inmodestia, y si con atención se lee todo, lo más desasido del metro y de la música.

Por estas causas, que son las principales, y otras que cada uno las ve luego, y yo en no referirlas ahorro de prolijidad, me he resuelto a estampar estas obras y ofrecerlas a los ojos de todos, creyendo que no ha de ser menos el gusto con que serán leídas, que la voluntad con que han sido juntadas: con que yo me daré por bien premiado del trabajo que he tenido en recogerlas y el cuidado que su autor ha tomado en ajustarlas. Vale.