Dédicace
Jocoseria, burlas veras de Luis Quiñones de Benavente
Vargas, Manuel Antonio de
Éditeur scientifique : Madroñal , Abraham
Description
Auteur du paratexteVargas, Manuel Antonio de
Auteur de la pièceQuiñones de Benavente, Luis
Titre de la pièceJocoseria, burlas veras de Luis Quiñones de Benavente
Titre du paratexteA don Mario Mastrillo Beltrán, Residente de la Serenísima Señora Archiduquesa de Austria, Claudia de Médicis, en la corte de España
Genre du texteDédicace
Genre de la pièceEntremeses
Date1645
LangueEspagnol
ÉditionMadrid, Francisco García, 1645, in-4°.
Éditeur scientifique Madroñal , Abraham
Nombre de pages8
Adresse sourcehttp://www.cervantesvirtual.com/obra/joco-seria-burlas-veras-o-reprehension-moral-y-festiva-de-los-desordenes-publicos-en-doze-entremeses-representados-y-veinte-y-quatro-cantados-van-insertas-seis-loas-y-seis-jacaras--0/
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Fichier HTMLhttp://www.idt.paris-sorbonne.fr/html/Quinones-Jocoseria-Dedicace.html
Fichier ODThttp://www.idt.paris-sorbonne.fr/odt/Quinones-Jocoseria-Dedicace.odt
Mise à jour2014-12-04
Mots-clés
Mots-clés français
GenreEntremés, danse, musique, dithyrambe (ni tragédie, ni comédie)
SourcesPoétique d’Aristote
FinalitéMoralité des entremeses ; effet comique
MetadiscoursObjectifs de la dédicace
Relations professionnellesDéfense de l’auteur contre des poètes envieux
Mots-clés italiens
GenereEntremés, ballo, musica, ditirambo (tra la tragedia e la commedia)
FontiPoetica di Aristotele
FinalitàMoralità degli entremeses ; effetto comico
MetadiscorsoOggettivi della dedica
Rapporti professionaliDifesa dell’autore contro poeti invidiosi
Mots-clés espagnols
GéneroEntremés, baile, múcsica, ditirambo (ni tragedia, ni comedia)
FuentesPoética de Aristóteles
FinalidadMoralidad de los entremeses, efecto cómico
MetadiscursoObjetivos de la dedicatoria
Relaciones profesionalesDefensa del entremesista contra poetas envidiosos
Présentation
Présentation en français
(Traduction: Christophe Couderc)
Présentation en espagnol
Texte
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A don Mario Mastrillo Beltrán, Residente de la Serenísima Señora Archiduquesa de Austria, Claudia de Médicis, en la corte de España3
Tres causas son las que más razonablemente deben mover a esta costumbre de dedicar los libros: prevenirles defensa contra la ignorancia o la envidia en amparo suficiente; procurarles autoridad para el mundo, donde la opinión a tantos arrastra, en algún protector ilustre; o manifestar agradecimiento de beneficios no comunes en esta devoción dependiente, hija siempre del respeto de la obligación. Cualquiera dellas justifica en otro acción semejante; mas mi dicha halló juntos en vuestra señoría todos tres motivos; con que el conocerlo fuerza poderosamente a mi elección a no dar otro dueño a estos útiles donaires de Luis de Benavente, que por parecerme no fueron tan penetrados como aplaudidos, cuando en voz los gozó esta corte, los hice estampar, coronándolos con el nombre de vuestra Señoría. Para calificar de acertada mi elección, me necesitó a examinar públicamente cómo se hallan en Vuestra Señoría las razones propuestas, sin que lo extrañe su rara modestia; pues lo que es preciso para crédito de mi acierto no puede sonar a alabanza ni tener ecos de adulación, si no es que la ofende la rigurosa verdad que guardará el examen, deseando con nueva templanza que excediera a ella y pasara a descubierta lisonja, pues los visos de la alabanza tanto más se encuentran con la modestia cuanto tienen menos de sospechosos.
Buscó, pues, el cuidado la defensa en vuestra señoría; y sin pasar por la esperanza, llegó a la satisfación, porque su capacidad, su clarísimo ingenio, la noticia más que mediana de las bellezas poéticas latinas, el conocimiento entero de las italianas no menos estimables, la lección bastante de las españolas, iguales casi (si divertimiento un tiempo de más trabajosos o más útiles estudios, adorno ahora de atenciones casi soberanas), armas son en quien se asegura que sin llegarlas a ensangrentar eruditamente, de tal suerte arredrarán la más venenosa emulación, que aun el silencio sin el aplauso la dé temor como atrevimiento, afianzándolo juntamente el saber vuestra señoría que Luis de Benavente en la composición de las loas e intermedios4 (aquellas parte cuantitativa [sic] de la comedia, si adición éstos, o sostitución de alguna), con tal venustidad pisó la más distante meta de lo jocoso en pocos saltos, que los que quisieron seguirle precipitaron al esforzarse; y haber advertido Vuestra Señoría curiosamente en la novedad de sus bailes5, que por un camino de nadie pisado y de pocos entendido, resucitó en España una especie de la poesía, de las cuatro en que Aristóteles la divide, olvidada o jamás aprendida de los españoles, que es la ditirámbica imitación6, como en su Poética enseña, hecha en verso, música y trepudio7, diferente por esto de la tragedia y de la comedia; que aunque en una y otra se halla música, tripudio y verso, es cada cosa distinta; mas en la ditirámbica está todo junto: añadiendo a esta novedad perfección tan suma, que si no excedió a los antiguos, desespera de su imitación a los venideros, al mezclar lo útil de advertimientos morales8 con lo dulce de invenciones graciosísimas, sirviendo estas sales tanto para preservar la corrupción de las costumbres que reprehendían, cuanto para sazonar el gusto de quien deleitaban; de donde se hace evidente que buscar otro abrigo en la tormenta de la detracción, fuera errar el rumbo de las conveniencias, cuando tantas y tan adecuadas parece que solo para este intento las derramó el cielo en vuestra señoría liberalmente.
Solicitó la estimación en vuestra señoría la autoridad; y llamando al lucimiento, no solo la escucha, mas la responde la veneración, al ilustrar con el blasón de su esclarecida familia la entrada de estos escritos; pues es vivaz tronco de virtuosos frutos, tenazmente arraigado en lo más culto del jardín del mundo, en el reino de Nápoles, patria de vuestra señoría, famoso en todas edades, mas en ésta nobilísimo, pues, siendo, por fértil, solar de gloriosos capitanes y soldados invencibles, por mineral abundante de extraordinarios y continuos servicios, brazo derecho de la monarquía católica, aspira a corazón suyo, por espirituoso antes, por fino ahora, por infiel nunca. Y este, pues, agradable sitio, frondoso tronco, arraigada la familia de los Mastrillos, de tal suerte fertilizó su patria a coroneles, a mitras, a togas, a bastones y militares cruces, que fue siempre venerada por estirpe floreciente de las más señaladas en el orden patricio, y estimada siempre por ejemplar lustroso de la primera nobleza en cuantos hijos ha producido, que el atropellarse tantos no deja acordar algunos; y el uno que entre todos se descuella, y aun excede de los hombros arriba los más verdaderos nobles que han hermoseado este siglo, escureciéndolos, los ilustra, pues los hace olvidar, al mirarle, robando los ojos y el corazón con admiración y ternura: al prodigioso, al ardiente, al dichoso mártir Marcelo Mastrillo9 atiende mi devoción, glorioso pariente de vuestra señoría y esplendor bienaventurado de su noble sangre, de su nación napolitana, de su sagrada religión, y lo que es más, de la universal Iglesia de Jesucristo; pues, por su nombre, con innumerables circunstancias maravillosas y con amor encendido, consiguió la corona de un ínclito martirio, haciendo sus admiradas acciones en tres apartadas provincias, divina consonancia con las más celestiales virtudes, pues confirmó en Nápoles la fee de sus naturales piadosos, con milagros tan raros, que hizo entender sus misterios aun a la rudeza de los sentidos, particularmente en aquel tan patente como estupendo del apóstol de la India, gloriosísimo Francisco, al restituirle en un punto la vida para mejor muerte, sin dejar en la herida de que expiraba sombra o señal de lesión, o cicatriz en un punto, pues purificó en España la esperanza de sus moradores devotos con la fama y experiencia de su virtud eminente, al comunicarle de paso para los tormentos a que anhelaba, y san Francisco Javier le había prometido, ocultándole muchos el sombrero y otras alhajas para guardarlas como reliquias, porque esperaban seguramente ver cumplida la promesa del cielo, y en la intercesión del venerable mártir para los favores divinos, poderoso y eficaz patrocinio, pues inflamó en el Japón la caridad de sus cultores cándidos, al enseñarles, muriendo, que ninguno la tiene mayor que el que pone la vida por sus amigos, tan ansiosa por los tormentos, tan constante en ellos y con tanta muchedumbre de maravillas, que si fue devota admiración de esta edad dichosa, que mereció conocerle, en todas, sin duda, será pasmo sagrado a los fieles, aun entre los Laurencios y Taumaturgos. A la vista de tan singular nobleza, no degenera vuestra señoría, antes habiendo merecido las excelentes virtudes que en su persona resplandecen, la confidencia de una tan soberana y prudente princesa en el honroso cargo que ha fiado a vuestra señoría, aseguran, aunque con nuevos ascensos a mayores dignidades, que el lustre de su casa se ha de ver adelantado en vuestra señoría, si puede haber más en lo que es tan grande; con que halló el respeto, por la senda de la autoridad, el camino de la reverencia, fiando acertadamente al nombre de vuestra señoría el honor y la perpetuidad destos ingeniosos escritos.
Consiguió últimamente la atención manifestar agradecimiento de beneficios, pues Luis de Benavente los confiesa grandes de vuestra señoría, y yo por él lo publico sin referirlos, porque me persuado fuera ingratitud el hacerlo, pues ocasionaba a sospecharse que el que se dijesen pudo ser fin indecoroso de quien los hizo, o que pareciera más disposición a otros el acordarlos que agradecimiento de los recebidos; pues ánimos tamaños como el de vuestra señoría se empeñan a otros mayores, solamente por haber hecho alguno. Callados aún me bastan, con los demás motivos, para crédito de mi elección, pues observa tanto el decoro de la dirección de los libros, e incluye otro nuevo acierto, que es quietar la modestia de Luis de Benavente, alterada por haberle estampado estas obras contra el dictamen suyo10; que al advertir que con ellas se publica la amistad, el afecto, la reverencia que tiene a vuestra señoría, no solo templará su modesto enojo, mas, porque esto se consiga, ni atenderá a que se juzgue satisfación, ni temerá lo riguroso del examen público. Vuestra señoría no desdeñe su dominio, pues conocerán todos que sin ayuda del encarecimiento, es dificultoso que hallen en otro defensa, autoridad y desempeño de beneficios.
Guarde Dios a Vuestra Señoría muchos años. Madrid 22 de otubre de 1645.
Don Manuel Antonio de Vargas